A los internáutas...

Este es el Blog de un soñador que soñó ser un contador de historias. Algunas os gustarán y otras, puede que no, pero todas ellas son suyas, de su invención, a veces reales, otras no...Pero todas, siempre, de un modo u otro, buscan posar caricias en los corazones. allá donde se encuentren.

Nandín

lunes, 23 de marzo de 2009

El autobús

Cuando de tarde en tarde me acuerdo, no puedo evitar que se me escape una pequeña sonrisa...
Contaba yo mis quince años allá por el 77 y al contrario que el pequeño capitán de Julio Verne, yo era un personaje plural. Tan plural como los doscientos veinticatorce quinceañeros, uno arriba o uno abajo, salíamos en tropel del centro de formación profesional Revillagigedo en el barrio obrero de El Natahoyo de Gijón. Nos pasábamos seis horas en clase o en los talleres donde aprendíamos los oficios relacionados con la calderería y las máquinas herramientas, tornos y fresadoras, entre otras, siendo los del primer año, recién destetados de la E.G.B. los más numerosos e inquietos pues nos parecía todo nuevo, conscientes de la nueva etapa de nuestras vidas, con los nuevos compañeros, horarios, costumbres y hormonas recién estrenadas.
A las dos en punto de la tarde, sonaban los timbres de las clases y nos dirigíamos la mayoría hasta la parada del autobús que distaba cien metros del centro y donde tomábamos los diferentes autobuses urbanos que nos devolvían a nuestras zonas y senos familiares. para no recibir pisotones ni empujones de mis propios compañeros, entraba de los últimos y por ende, siempre me tocaba ir de pie la casi media hora que tardaba en llegar a mi barrio, soportando los vaivenes en las curvas, los frenazos y cómo no, los empujones, otra vez de mis "amamantísimos" compañeros... El caso era que aquel autobús solía llegar medio vacío a nuestra parada y que muchos casi se pegaban por subir los primeros para ocuparlos. Como yo era muy listo, se me ocurrió que, si en vez de quedarme a esperarlo en la parada de siempre, subía por la calle hasta la anterior, tendría sitio para mi solito, decidí que así lo haría mañana. Así fue como sin decirle a nadie mi plan, ni a mis propio y más allegados compañeros, pasé de largo al siguiente día y empecé a subir por aquella calle que ascendía en curva hasta la parada anterior...
Todo era correcto, bien planteado...pero no.

.-La deseada parada distaba unos trescientos metros en ascenso
.-Aquel puñetero autobús solía ser bastante puntual (hay que joderse)
.-Lo vi pasar por delante de mis narices cuando me quedaban apenas cincuenta metros para llegar...
.-¿Y ahora cómo explico la media hora tarde de más en casa...?
.-Evidentemente, sería quedar de tonto...

No hay que desesperarse...Al día siguiente, procuraría salir lo más rapido posible y caminaría a buen paso para subsanar aquel pequeño error de cálculo...
Sonaron de nuevo los timbres y bajé los escalones de tres en tres, entre los primero y apreté el paso con mi cartera a la espalda para subir aquellos cuatrocientos metros y cazar aquel autobús sí o sí...Llegué a la parada justito para pillarlo y me senté gloriosamente, con la sonrisa de oreja a oreja mientras aquella, mi carroza real, se dirigía rauda a buscar a mis plebeyos que ya se agolpaban para subir prestos y pillar las migajas que me habían sobrado, apenas cuatro asientos libres, y el resto de pie, a sufrir que el triunfo es para el que se lo curra...
Trascurridos doscientos metros en los cuales me sentía un privilegiado, el autobús paró de nuevo y subió más gente, entre la que iba una señora mayor. La pobre parecía cansada y tendría que pasarse, de seguro, de pie todo el trayecto y le cedí el asiento sin dudarlo, cosa que agradeció enormemente, si paramos a pensar que no solo era mayor si no que tendría que aguantar a aquellos ruidosos y abundantes chicos que parecían chicharras y que no se estaban quietos ni por asomo...
Al día siguiente, lo volví a intentar y duré sentado algo más, tres paradas...Puedo asegurar que de las ya pocas veces que lo intenté, el ochenta por cién de esas veces, nunca salí del barrio de El Natahoyo sentado...Lo mejor que recuerdo, ahora sonreído una vez más, es que yo no era el único de los doscientos veinticatorce...

4 comentarios:

  1. Las cosas que se aprenden con pantalón corto son las que jamás se olvidan, por eso estoy seguro de que sigue cediendo el asiento a las ancianitas. Una costumbre que ya se perdió. Hace mucho tiempo que no se levanta ningún energúmeno ante la visión de un anciano o embarazada.
    Lo positivo de aquellas carreras para tomar el bus es que hizo unas buenas piernas que luego usaría como andarín por la garganta del Cares, el bosque de Muniellos, los lagos... o ¿me equivoco?.
    Por cierto, conociendo a Ludwig estoy seguro de que será muy bien acogido.
    Salud Don Fernando.

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  2. Y tantos otros lugares...Si mi estimado José Manuel. Lo curioso del caso es que hasta la "mili", practicaba solo futbol y algo de atletismo...Fue después de "licenciarme", cuando me enamoré de la montaña, ya ve usted.
    Por desgracia, como muy bien dice,aquellas buenas costumbre y otras más, se están perdiendo con lo que la educación en este pais, baja enteros y verdaderos...¡Qué pena...!
    Un abrazo

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  3. En una época como esta, casi aseguraría que un comportamiento así, podría hacerle merecer un premio nóbel, Nandín.
    JM tenía razón en su comentario: ludwig está disfrutando al recorrer su casa.

    Un abrazo.

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  4. Cuando pase D.Luís por la cocina, aproveche para beberse unas sidrinas que las tengo enfriando entre agua y hielo. Yo ya he comprobado los buenos "caldos y cavas" que tienen entre usted y D. José Manuel.
    (¡Dios Mio...Asín cómo voy a adelgazar...!)
    Un abrazo

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