A los internáutas...

Este es el Blog de un soñador que soñó ser un contador de historias. Algunas os gustarán y otras, puede que no, pero todas ellas son suyas, de su invención, a veces reales, otras no...Pero todas, siempre, de un modo u otro, buscan posar caricias en los corazones. allá donde se encuentren.

Nandín

sábado, 17 de julio de 2010

Corazón


La mañana discurría como la de todos los días, con nuestros quehaceres cotidianos. Solo alguna que otra conversación espontánea con algún compañero o compañera cercano, para evitar reprimendas, rompía la rutina que nos embargaba a todos. Ya ni siquiera me acuerdo cual era el trabajo que estaba haciendo, o si sencillamente intentaba memorizar algún dato que tuviera que plantear o explicar, de pié, delante de todos. Lo primero que recuerdo es que la puerta se abrió y entró ella seguida del señor director. Nos la presentó a todos, tímida, asustada, con los ojos perdidos en la baldosa señalada por sus pies. Cuando logró levantar sus ojos, el suelo desapareció bajo mi cuerpo, caí a una velocidad de vértigo, sin que nadie se diera cuenta. Me enamoré desde el último pelo de mi cabeza hasta las uñas de los pies, desde la tierra a la luna...Y eso que dicen que no existen "los flechazos..."

¡Vaya que sí!

La sentaron para mi gozo, cerca de mi, y mi empeño en hacerme notar fue tal, que no dudé en hacer el payaso, cosa que se me da bastante bien, o por lo menos entonces. Fingí una caída tonta, teatral, con mucha gracia y la cosa resultó perfecta, se había fijado en mi e incluso la pude sacar de aquel ostracismo enjaulado que se siente cuando todo el mundo te observa o, simplemente piensas que es así. El objeto observado pasó a ser mi persona echada a lo largo del suelo, naturalmente. Creí ver una mirada de gratitud en sus ojos y en aquel primer día, me bastó como anhelo y esperanza para llevármela conmigo, en mis pensamientos, a mi casa.

Al día siguiente no caminé, volé sobre las calles, no podía aguantar un minuto más sin verla de nuevo, era pura adicción lo que sentía, y comprendía...No, deseaba que aquello fuera a más, si ella correspondía a mis sentimientos, con el corazón oprimido ante la posibilidad de un rechazo, aunque sentía que aquello no iba a ocurrir, tal era la confianza en mi mismo.

En la media hora de descanso, a mitad de la mañana, ya estaba conmigo, la sentía en cuerpo y alma mía, era más feliz que nadie en el mundo pues éste, era mio cuando ella estaba conmigo. La acompañaba a casa todos los días, al mediodía y por la tarde. Yo era su paladín y ella era mi princesa, de tal modo que hasta una noche soñé que la raptaba un ser mezquino y yo tenía que bajar entre lúgubres pasadizos iluminados con antorchas a buscarla, perdiéndome entre aquel laberinto y despertando con un desasosiego tal, que mi corazón saltaba...Volví a volar en su búsqueda, con cierta desconfianza, aún a sabiendas que había sido un mal sueño.

Pero, como todo en nuestra vida, el final llegó. Justo cuando más la quería, más feliz me sentía sus padres la cambiaron de colegio...


Yo tenía diez años y ella once...


Fue mi primer amor, la primera persona que más quise en mi vida. Me aferro a su recuerdo como condenado al rojo vivo. Fue el amor que me enseñó la pureza, el amar a alguien por que sí, sin esperar nada a cambio. Aún la amo, aunque ya solo sea a su recuerdo, y muchos días me sorprendo pensando cómo estará, si será feliz, si me recuerda...

miércoles, 14 de julio de 2010

Silencio


Silencio...


Cuantas veces, ante la compañía cómplice de un ser querido, ya sea una novia, que un amigo o un hermano, nos quedamos así...Simplemente, en silencio.


Y uno se pone a pensar, a buscar qué decir, que más palabras aportar, como si sintiéramos que falta algo, como si una cascada de agua clara, se viera, de repente, cortada, sin agua...En silencio...


Y te sientes estúpido, porque solo se te ocurren tonterías, en vez de más agua, limpia, clara; Palabras disonantes, huecas, que sólo aportan ruido.


Y te notas dolido por no saber qué es lo que sigue, qué complementa para seguir disfrutando de esos momentos...


Hasta que un día, un buen día descubres que lo que se tiene que decir, lo que realmente aporta, lo que verdaderamente llena, es... Silencio.


Silencio para dar paso al calor sin adornos de la amistad. A la proximidad de otro cuerpo que también guarda el mismo silencio, que disfruta de ti, como tu de él. A que pasen los minutos juntos, simplemente compartidos, pues, nunca se sabe con auténtica certeza, de la próxima ocasión que tendremos para sentir caer el agua de la cascada, esa, que sólo se corta cuando nos separamos y que guardamos con celo su sonido, en el recuerdo de aquel tiempo convivido.