Vivían en un barrio de Oviedo, no muy lejos del centro.Ya jubilados, tenían la costumbre de sentarse en un banco, en una esquina de la calle dejando a sus espaldas la entrada a un supermercado donde hacían la compra. El tiempo pasaba tranquilo y lo gastaban en cuidarse mutuamente y en cuidar a sus nietos que los visitaban a menudo. Un mal día, Pepe se cayó en la cocina de casa. Llamaron a una ambulancia, pues sintió que una de las piernas le dolía bastante y apenas podía permanecer de pie. Le miraron en urgencias del hospital y después de esperar varias horas, le dieron el alta y pudo irse a casa, pues no tenía fractura y era el golpe sin más lo que le dolía. El problema empezó cuando estando en casa, a los pocos días, sintió que apenas podía respirar y que sentía mucha fatiga al realizar cualquier actividad por sencilla que fuera.
Lo llevaron de nuevo al hospital y quedó ingresado en observación pues no le remitían los síntomas. Más bien, se le agravaron. Pepa al poco tiempo, sintió los mismos síntomas y también quedó ingresada en el mismo hospital…
Los dos murieron con pocos días de diferencia, debido a una enfermedad que hacía poco se había descubierto y que al parecer, según la información de la prensa, se escapó de un laboratorio en China y que la denominaron COVID-19
¿Acaso la cruda realidad necesita adornos, frases bonitas o acompañamientos rimbombantes para enmascarar los crueles hechos…?
Por mucha hipocresía, por mucho cuento que le echemos, nunca dejaremos de ser un diagnóstico clínico.