El viaje
De pequeño, a temprana edad, fui un capitán de 15 años que después de pasar cinco semanas en globo, ayudó a los hijos del capitán Grant a buscar a su padre. Trabajé de marinero en el Nautilus, sirviendo con Nemo, antes de que recalara, en su singladura final, en una isla misteriosa.
Fui creciendo, y con ello, mis ganas de aventuras…
Conocí a un joven correo llamado Miguel Strogoff, acompañándole en su aventura, para cruzar la estepa Siberiana, huyendo del tártaro perverso Ivan Ogareff. Casi sin darme cuenta, y sin apenas un respiro, me vi envuelto junto a un profesor de mineralogía, su ayudante y un cazador en su viaje al centro de la tierra. Bendito Estrómboli!
Fui “larga carabina” y para mi desgracia, y la de tantos, asistí a la muerte de Unkas,
Y con él, a la extinción de una raza, como muchas otras…
Mi adolescencia fue marcada por un corazón y aprendí a amar la bondad, la gentileza y a desdeñar la soberbia. También a vislumbrar la maldad. Serví como mosquetero real y también, a ser uno de aquellos miserables. Descubrí lo terrorífico que puede ser un payaso, una chica cuando se enfada y un puñetero coche endiablado. El Ka, es una rueda, como diría Roland de Gilead.
Serví, bajo la sombra del águila, después de pasar un día de colera, en Madrid, un 2 de mayo…
Ayudé a construir un caballo de madera y comprobé lo largo y penoso que es regresar a Itaca, así como ver la sangre de los inocentes, derramarse con tanta facilidad.
Fui miembro de la compañía de enanos y de la comunidad del anillo, hace ya tantas lunas, que se pierden en la memoria de los tiempos…
Llamadme Ismael, Y así, año tras año, teniendo poco o ningún dinero en los bolsillos, con tantas aventuras y desventuras, biografías e historia, mucha historia, he pasado gran parte de mi vida, surcando muchos libros, a veces con tempestad y hojas embravecidas, o con la misma calma del cementerio de los libros olvidados, a la sombra del viento.